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27 A menudo los labios más urgentes no tienen prisa dos besos después. Andrés Calamaro   por   Rafa*
 
 
HeridaAbsurda 2/18/2011 | 5:19:59 AM  
 
Había una vez un libro
¿Habrás más?
Tags:
  libros              
 

 

Después, pero siempre antes que nada: yo tengo muchos cosos, pero no suelo hablar de ellos porque me da cosa...
 No obstante, ninguno de ellos me sirve para leer. Ni siquiera el coso vulgarmente conocido como "anteojos", que cada día se me pone más rebelde a la hora de leer letras que no sean XL, el muy ladino... 
Tampoco me está sirviendo para leer otro coso cuyos habitués llaman "celular", pero que yo prefiero llamar el "desencontrador". Es tan moderno el coso de marras, que tiene guaifai, gepeese, tresgé, cuerti, tachscrín y no se cuántas cosas más, pero sólo recibe o emite las llamadas y los mensajes que él quiere, generando así desencuentros de alta gama... Un lujo del postcapitalismo, mirevea... Toda una promesa de futuro.
 Pero bueno, siguiendo con todo lo que está antes que nada, yo una vez leí un libro, me acuerdo clarito como si fuera hoy. Era una cantidad de papeles precisamente cortados de modo tal que ninguno se destacara en tamaño por sobre los otros. Estos papeles estaban escritos de ambos lados, ordenados en "hojas" según la secuencia de los números naturales, y el conjunto estaba protegido por un cartón grueso que envolvía las dos caras mayores y una de las laterales. A su vez ¡oh, milagro!, esta protección permitía que cada papel se mantuviera en su lugar, de modo tal que el libro constaba de a) un principio y b) un fin. No sé si esos cosos antiguos siguen existiendo...
Esos libros eran maravillosos. Las caras mayores solían llamarse "tapa" --ubicada estratégicamente antes de a) -- y "contratapa" --después de b)--; algunos de ellos tenían en su protección ciertas excrecencias piadosamente dobladas hacia dentro, que alguna vez se conocieron como "solapas" (se ha conocido sabios que, luego de leer la "tapa", la "contratapa" y las "solapas", ipso lente adivinaban el libro entero...). 
Además, contaban con un excelente y user-friendly marcador de páginas, ya que para ello bastaba con disponer de la servilleta de un bar, un boleto de colectivo, el calendario de la tintorería (aun cuando fuera del año 1998) o incluso un trocito de papel higiénico, según cual fuera el lugar elegido para la lectura...[N.B.: ha sido tema de debate en alguna reunión secreta de la logia patafísica del libro si era o no lícito usar como procedimiento para  "marcar páginas" el plegado sobre sí misma de una de las esquinas de la hoja, a la manera de una orejita. De más está decir que los sectores más conservadores de la logia pasaron inmediatamente a degüello a dichos infectos criminales...]  
En fin, sé que eso era antes... Los tiempos han cambiado.
 Mi último ítem antes que nada: por un tiempo, creo, me va a resultar difícil dedicarme a leer otro libro. En todo caso, me tocará leer bibliografía (que nada, pero nada, tiene que ver con los libros, pese a que su nombre podría llamar a confusión). Es que estoy iniciando una segunda carrera --esta vez a distancia-- y es posible (aunque no probable) que en alguna materia sea obligatorio leer alguna bibliografía. Igual, lo dudo mucho; y llegado el caso, siempre queda la opción de juntar firmas para denunciar a la universidad por acosar a sus alumnos con tareas imposibles de realizar.
 
En fin, tendría más antesquenaderías para relatar, pero creo que ya no es hora. Tal vez mañana pueda escribir un despuesdetodista...
De modo tal que me despido...
 
 
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